A las 8h de la mañana nos levantamos en Hpa-An para coger el bus que nos llevaría de vuelta a nuestra “querida” estación de buses Aung Mingalar de Yangon. Después del retraso habitual (una media hora) y de 7 horas de viaje por fin llegamos. La estación tenía 10 veces más ajetreo que la noche que llegamos, y nos costó Dios y ayuda coger un taxi que nos llevase hasta el hotel. La taxista (pasó un rato hasta que descubrimos que era mujer) conducía como una auténtica loca por el atasco de camino al centro, y para nuestra sorpresa la suciedad y el desorden de la estación de buses era extensible al resto de la ciudad…
Pasadas las 17h llegábamos por fin al Sky Hotel 88 St. Después de un costoso check-in (porque no les funcionaba el datáfono) nos acompañaron a nuestra habitación. Estaba bastante aseada, con ventanas al exterior que dejaban entrar luz. El cuarto de baño no tenía una ducha cerrada, sino que tenía un simple desagüe en el suelo por donde evacuaba el agua, mojándolo todo cada vez que te duchabas. En el hotel de Hpa-An también era así, solo que había bastante más espacio.
Como faltaba poco para el atardecer pusimos rumbo a lo que teníamos más cerca para no desperdiciar fotográficamente el día.
Lago Kandawgyi y el Karaweik Palace
Andando unos pocos minutos llegamos al pulmón de la ciudad, un gran parque en el que se encuentra el Lago Kandawgyi (GPS 16,47.6154N, 96,10.0122E). Accedimos por la primera puerta que encontramos y recorrimos el paseo de madera en dirección al templo Mingalar Taung Nyunt. Desde allí pudimos ver cómo se escondía el sol a lo lejos, y nos daba la bienvenida la grandiosa Shwedagon Pagoda. Por fin algo bonito en esta ciudad…

En el lado opuesto teníamos el Karaweik Palace.

Pese a su nombre y su belleza, no creas que se trata de un monumento antiguo o algo así, sino que se construyó en 1974 y en su interior hay un restaurante en el que ofrecen cenas con espectáculo. Un poco decepcionante visto así.
Acabando la foto se acercaron un par de hombres para decirnos que el parque se iba a cerrar y que debíamos salir. ¡Justo a tiempo! Con la foto hecha fuimos a buscar algo de comida. Al estar en la zona musulmana de la ciudad algunos restaurantes no venden cerveza… así que tuvimos que comprarla luego en una tienda de comestibles para darnos el homenaje y acabar bien el día.
Primera noche en Yangon
Como ya puse en el artículo sobre la preparación del viaje a Myanmar, en este hotel tuvimos muy buena atención, la habitación estaba bastante bien, pero… los alrededores daban asco. Al estar en pleno barrio musulmán, por la madrugada hacían rezos a través de un altavoz y resultaba muy molesto para dormir, de ahí que mi recomendación sea buscar alojamiento en otra zona.
Al día siguiente nos levantamos pronto, aunque no lo suficiente para ver amanecer. Estábamos en cierto modo cansados después del viaje del día anterior, pero también necesitábamos estirar las patas. Empezamos cogiendo fuerzas con el buffet libre (un poco básico) que teníamos preparado en la terraza del hotel. Desde allí teníamos vistas al barrio.
En la foto he intentado sacar el lado más sexy de la zona, mirando hacia otra parte todo era mucho más feo y caótico. No hace falta que te lo jure, seguro que si sigues leyendo me creerás.

Con el estómago lleno nos pusimos en marcha para explorar la ciudad.
Sule pagoda
Cuando estaba planificando el viaje encontré una pagoda interesante en el sur de la ciudad llamada Sule (GPS 16,46.4676N, 96,9.5292E). Hace años la ciudad se expandió hacia esta zona y esto provocó que la pagoda se quedase en mitad de una avenida. Ahora sirve de rotonda…
Mi idea era hacer una larga exposición en la hora azul con las estelas de los coches dándole la vuelta, pero para ello necesitaba un punto de vista elevado y cercano. Tenía que averiguar si se podía subir a algún edificio de la zona porque desde Google Maps parecían todo viviendas con bajos comerciales, y para ello tocaba hacer una primera visita de prospección.
Antes de llegar a la pagoda hay un paso elevado que cruza la avenida (GPS 16,46.6026N, 96,9.5304E), y desde allí había un buen disparo, aunque el que yo buscaba tenía que ser más alto y cercano a la pagoda.

Una muestra más de lo sucia y gris que es esta ciudad. Con sólo girar la cámara 180º vemos su cara “B”:

Una vez enfrente de la pagoda pude ver que el edificio al que debía subir era un piso antiguo y destartalado. Pasé de intentar subir, en un país así a saber cómo podría acabar la cosa. Lo suyo hubiese sido pedir permiso a alguien, pero no entraba ni salía nadie.
Ya que estábamos, visitamos el templo. Se podía acceder a pie de calle o bien subir unas escaleras y cruzar la rotonda por un paso elevado hasta el primer piso de la pagoda.

La entrada fueron 4.000 kyats y te obligaban a dejar las zapatillas allí. Después de pagar vinieron monjes a que les diéramos un donativo “para ganarnos buen karma”. Nos supo mal y les dimos algo, pero todavía querían más. Casualmente, sólo piden a los turistas. ¿En serio? ¿Son monjes o mercaderes? Esta situación la vivimos en varias ocasiones durante el viaje, no era sólo cosa de esta pagoda o de Yangón.
En fin, aquí puedes ver cómo es por dentro. Sinceramente, no vale la pena si luego vas a ver la pagoda Shwedagon que es muchísimo más impactante.


Para colmo, a la salida nos quisieron cobrar 1000 kyats más para recuperar nuestras zapatillas. Esto ya era el colmo, y por supuesto nos negamos.
Mahar Bandula Park
Justo al lado de la pagoda encontramos un parque bastante grande y sorprendentemente limpio (GPS 16,46.3862N, 96,9.5796E). Bueno, no sorprende tanto su buen estado cuando te enteras de que el ayuntamiento está justo al lado. En cualquier caso, agradecimos ese momento de pureza entre los sucios alrededores.

Allí había gente echándose una siesta en la sombra (¡no me extraña con el calor que hace!), también novios haciéndose la sesión post-boda… Se notaba que a los lugareños les gustaba tanto este rincón como a nosotros.
Pateando zonas no turísticas
Teníamos reservada la tarde para visitar la pagoda Shwedagon. Hasta entonces no teníamos ningún plan concreto. Por eso, nos hicimos el ánimo y nos fuimos andando desde la pagoda Sule hasta el Hard Rock Cafe (una tradición que intentamos cumplir en nuestros viajes es probarlos todos). Por delante teníamos casi 8km andando que nos servirían para descubrir la ciudad como pocos turistas lo hacen.
Por cierto, creo que este es buen momento para destacar el desorden que hay en la ciudad y lo difícil que resulta llegar andando a según qué sitio. Para empezar, el tráfico es un caos como ya habíamos visto desde el taxi. Suele ser así en el sudeste asiático en general, pero así como en otros países pitan sólo para avisar (que van a adelantar o lo que sea), aquí lo hacen a mala leche como las típicas personas estresadas de una gran ciudad. A eso súmale que hay poquísimos pasos de cebra. Para cruzar la gente se tira a la carretera y se paran entre carriles hasta que pueden pasar. Ya sabes, donde fueres haz lo que vieres, más que nada porque muchas veces no tienes otra opción. Para rematar, no siempre hay aceras, y las que hay son pequeñas y con baches. Cerca del hotel teníamos una que eran bloques de hormigón colocados sobre una acequia, y de repente faltaba un bloque dejando un agujero como de dos palmos de ancho… ¡Para matarse! Y más de noche, que no hay casi luz.
Volviendo a nuestro paseíto, te dejo aquí unas pocas fotos curiosas. Empezamos con el contraste entre la brillante Shwedagon y las grises calles de los aledaños.

Aquí uno de los miles de perros abandonados, muchos enfermos y tratados a palos y patadas por la gente. A veces vivimos situaciones que nos hacían hervir la sangre…

Y por último, un barrio que atravesamos lleno de mansiones. Debe ser el Beverly Hills de Yangon…

Después de comer y disfrutar un rato del aire acondicionado del centro comercial cogimos un taxi hasta la pagoda Shwedagon (nos costó 3.000 kyats).
Shwedagon pagoda
Y por fin llegamos al monumento más atractivo de todo Yangon y el templo más sagrado para los budistas del país, la pagoda Shwedagon (GPS 16,47.9188N, 96,8.9734E). Hay cierta discusión con respecto a cuándo fue construida. Los budistas dicen que se construyó antes de la muerte de Buda (480 a.C.), y que por tanto tiene unos 2500 años. En cambio, los arqueólogos dicen que data entre el s. VI y el X. Lo que es cierto es que la pagoda sufrió varios cambios hasta que en 1871 la dejaron tal y como la conocemos ahora.
La entrada nos costó 10.000 kyats y merece realmente la pena, porque es lo mejor de toda la ciudad. Para los birmanos el acceso es gratuito. Me parece estupendo y ojalá aquí hiciésemos lo mismo en vez de pagar como un turista más (al menos eso pasa en Valencia)…

¡Por fin un templo limpio y visitable! Fíjate en el equipo de limpieza:

Ya sólo quedaba dar una vuelta al enorme recinto y buscar el mejor encuadre para el atardecer.

Fue una foto muy compleja de tomar. La estupa central, bañada en oro, mide 100 metros de altura. Con los datos EXIF te puedes hacer una idea de lo inmensa que es y lo difícil que resulta abarcarla bien para hacer la foto. Nada más y nada menos que 7 tomas verticales con un gran angular, más luego corregir las distorsiones hasta dejarlo todo más o menos recto. Si hubiese tenido filtros ND para ese objetivo podría haber alargado la exposición y borrado gente, pero aquí no tuve más remedio que tragarme todo el tumulto.
Ya sabes lo fan que soy de la hora azul en ciudades y monumentos iluminados. No podían faltar un par de tomas con ese momento de luz mágico.


El día ya no dio para más. Me llevaba algún recuerdo de este precioso templo aunque ninguna foto era exactamente tal y como la imaginaba. ¡Qué se le va a hacer!
Vuelta a la Sule pagoda
4:40h de la madrugada. Suena el despertador y nos ponemos en marcha rumbo a la pagoda Sule de nuevo. Esta vez cogimos un taxi para ir más rápido. No había prácticamente nadie por la calle, por lo que una vez allí me acerqué de nuevo al edificio desde el que se tenían las mejores vistas. La puerta ahora estaba cerrada con un candado, así que descartado totalmente. Nos fuimos a hacer la foto desde la pasarela del día anterior.

Para las horas que eran había algo de tráfico, aunque no lo suficiente para llenar la carretera de estelas. Empecé a hacer fotos totalmente de noche y utilicé como base la última, cuando el cielo ya estaba en hora azul. En total hicieron falta 48 fotos para las estelas (y clonar algunas para acabar de rellenar). Además disparé una de las tomas en bracketing para no quemar las altas luces de la pagoda.
Esperamos hasta el amanecer, pero el cielo guarruzo volvió a hacer de las suyas y fue muy decepcionante. A las 7h ya estábamos en el hotel desayunando, y antes de salir de nuevo dejamos las maletas en recepción para recogerlas por la tarde.
Maha Wizaya Paya
Buscando información sobre qué ver en Yangon encontré una pequeña pagoda, muy pequeña y nada conocida, pero la gente la recomendaba porque tenía un encanto especial. Se llama Maha Wizaya y se encuentra muy cerca de la gran Shwedagon (GPS 16,47.6958N, 96,9.1338E). Sin dudarlo, decidimos ir para matar las horas que nos quedaban.

Por fuera no deja de ser una pagoda más, de hecho tampoco tiene una gran relevancia histórica, pues se construyó en 1980. Sin embargo, por dentro es un espectáculo.

Lo que ves es lo que hay. Un pequeño altar en el centro y varias salidas. Cada una de ellas tiene murales pintados en el techo con representaciones de la historia de Buda. Esta es una de ellas:

La visita es rápida, pero se está tan fresquito dentro y transmite tanta paz que te apetece quedarte un rato para contemplar todos sus detalles.
La fatídica tarde
Ya no teníamos nada que hacer hasta las 18h, hora en la que debíamos coger el bus en dirección al lago Inle. Por fin íbamos a dejar la ciudad que tanto nos había decepcionado (pese a las bonitas pagodas) y teníamos la esperanza puesta en que lo que nos quedase por ver de Myanmar fuese mejor.
Nos fuimos a buscar un restaurante y a comer tranquilamente ya que íbamos sobrados de tiempo. Cuando salimos a la calle estaba lloviendo un poco, así que decidimos ir a una cafetería cercana que tenía buena pinta. Así podíamos refugiarnos “un ratito” mientras leíamos. Quién nos iba a decir que eso que parecía poca cosa se convirtiría en una una tormenta tropical creando el caos en cuestión de nada. La calle parecía un río de agua, decorados que estaban montando se caían encima de los coches… un desastre. Viendo el panorama dejamos pasar unos minutos más para que aflojase la lluvia y salimos a la calle para buscar taxi. Irónicamente, hace unas horas todos los taxistas te acosaban para que te subieses y ahora se negaban a llevarte… Al final, con la ayuda de una chica de la cafetería conseguimos subirnos a uno, pero nos costó un buen rato bajo la lluvia.
Calados hasta la ropa interior, con el aire acondicionado a tope y el tiempo justo fuimos de camino al hotel. Para colmo el taxista se equivocó de dirección y perdimos un buen rato. Algunas calles estaban muy inundadas, hasta el punto de cubrir casi por completo las ruedas y el tubo de escape… Ya nos veíamos saliendo a nado.
Al fin llegamos al hotel sanos y salvos. Pactamos con el chófer que se esperase a que nos cambiásemos y cogiésemos las maletas, y luego nos llevase a la estación de bus. Mientras nos cambiábamos, una recepcionista vino a avisarnos de que el chófer les había dicho que se tenía que ir. ¿¿Comoooo?? Con lo que nos había costado encontrar uno… La chica se ofreció a pedirnos uno y se puso a ello. Todos le daban largas y al final se enteraron de por qué. Resulta la tormenta había tirado un arbol grande y estaba cortando la carretera de acceso a la estación de buses. Además, mira tú por dónde, el bus que teníamos que coger sí que había podido acceder a la estación y por una puñetera vez iba puntual.
Los de recepción se ganaron el cielo. Trataron de buscar alternativas a toda costa: chóferes particulares que nos llevasen por otro lado, contratar un bus que saliese más tarde, mirar precios de vuelos y trenes al lago Inle… Nada fue factible y dimos por perdido el bus. En serio, la lluvia no podía haber sido más inoportuna. Al final, reservamos el bus nocturno del día siguiente y ampliamos nuestra estancia en este hotel una noche más. No sé qué fue peor, si perder pasta (a lo tonto serían unos 100€), perder un día en el lago Inle o quedarnos un día más en Yangon… Con todas estas penurias que sufrimo, ¡para que luego algunos digan que todo es Photoshop! Lo bueno fue que a partir de aquí ya no tuvimos más contratiempos serios en todo el viaje.
Nuestras últimas horas en Yangon
Sinceramente, estábamos cabreados y asqueados de tener que pasar un día más allí. Pensándolo ahora con calma no era para tanto: no nos había pasado nada grave, estábamos sanos y salvos.
Siempre hay algo que hacer en una ciudad. Por ejemplo había quien recomendaba coger un tren que daba una vuelta circular a Yangon y te permitía entablar relación con los lugareños. Eso era lo último que nos apetecía. Podíamos haber repetido alguna visita. Pero no, teníamos tal desgana encima que hicimos un día de turismo de abuelos: volvimos al lago Kandawgyi para dar la vuelta completa al enorme parque ya que lo teníamos cerca. No me llevé nada más que la cámara compacta y el móvil.
Cuando íbamos a pasar por la zona de restaurantes cercana al Karaweik palace nos pararon y nos dijeron que había que pagar 300 kyats por persona y 500 por la cámara. Increíble, hace un par de días se pasaba gratis. Era poco dinero realmente, pero nos olía tanto a estafa… Nos faltaba ya eso para terminar de odiar esta ciudad. Al final pagamos lo nuestro pero nos negamos a pagar por la cámara. No había nada que valiese la pena fotografiar y encima ¡tener que pagar por una compacta! Muy fuerte.
Llegamos a pillar tal manía a la ciudad que me puse a hacer fotos sólo al desorden. Te dejo un par de muestras más de lo que otros blogs no cuentan: gallos por mitad de la calle y suciedad varia.


Con lo que nos pasó el día anterior después de comer cogimos un taxi para llegar con tiempo a la estación y evitar sustos. Teníamos por delante un viaje de 8 horas hasta Nyaung Shwe, en el que trataríamos de dormir lo máximo posible para empezar las visitas en cuanto llegásemos. Y hasta aquí nuestro paso por Yangón. ¿Qué te ha parecido? Ya sabes nuestra opinión, las pagodas que te he enseñado son lo único que merece la pena. Lo ideal, verlas y huir de allí. ¡Nos vemos en el lago Inle!
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